Trasteando en
archive.org recupero un artículo que escribí en 2004 en mi antiguo blog:
El libro "
La cultura norteamericana contemporánea. Una visión antropológica" del antropólogo
Marvin Harris dedica un capítulo completo ("
¿Por qué no funciona nada?") a buscar una explicación del porqué de la baja calidad de los productos fabricados a partir de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos (y por extensión, yo añadiría, en todo el mundo occidental).
Desde principios de los años ochenta han proliferado las empresas de creación de aplicaciones informáticas a medida, y desde mediados de los años noventa se le sumaron las empresas que desarrollaban aplicaciones para Internet. Un gran porcentaje de personas que han contratado servicios informáticos para la creación de esas aplicaciones informáticas habrán "sufrido" las consecuencias de la forma de desarrollar dichos proyectos. Otro gran porcentaje de profesionales de la informática habrá comprobado desde dentro el funcionamiento de sus empresas en el desarrollo de dichos proyectos. Todos ellos podrán llegar a una conclusión: las aplicaciones nunca funcionan como el usuario desea .
Volviendo al libro de Marvin Harris, "
los artefactos utilizados por las sencillas sociedades prehistóricas tenían un diseño sencillo, incluso primitivo, y, sin embargo, estaban construidos para que cumplieran sin fallos los propósitos a que se destinaban toda la vida." ¿A que se debe esa calidad? ¿Será la tecnología que todavía no está dominada al cien por cien? No lo creo. Según el propio Marvin Harris a que "
los productores y consumidores eran los mismos individuos o parientes próximos, lo que garantizaba el mayor grado de seguridad y duración en los artículos manufacturados".
¿Qué significa todo esto? ¿Es un alegato al retorno a la vida prehistórica? ¿Significa que evitemos las especialización y nos dediquemos a realizar todos los trabajos del hogar? ¿Que nos convirtamos en autosuficientes? ¿Que tengamos nuestro propio huerto, nuestra propia panadería, y...seamos nuestros propios médicos? No. Nada de eso. Si lo enfocamos desde la otra perspectiva, y, en vez de preguntar por qué funcionaban las cosas en la prehistoria, retornamos a la pegunta original: ¿Por qué no funcionan las cosas en nuestra época? Una respuesta podría ser: por la alienación de los trabajadores. Es muy difícil que la gente se preocupe de los extraños o de los productos que éstos utilizan. En nuestra época donde predomina la economía terciaria, la de los servicios y de las grandes corporaciones (las multinacionales, los conglomerados, la empresas diversificadas... en realidad oligopolios), y de la consecuente burocracia, no resulta muy complicado que las relaciones productor-consumidor hayan sido sustituidas por las relaciones monetarias no como fin último, sino como medio. La idea de la alienación no es nueva, según
Karl Marx la alienación del trabajo asalariado es fundamentalmente un "
extrañamiento del obrero frente al producto de su trabajo y frente al proceso de trabajo, y esto lo mismo para el trabajo manual como para el trabajo intelectual".
Actualmente, las grandes empresas de desarrollo de aplicaciones informáticas o las grandes consultoras de tecnología copan casi el 100 por 100 del mercado del desarrollo informático, el otro pequeño porcentaje queda para pequeñas pymes y profesionales autónomos. Según Marvin Harris, "
los problemas de la calidad en los Estados Unidos alcanzaron proporciones críticas como consecuencia del aumento, sin precedentes hasta entonces, en el tamaño y la complejidad de las corporaciones industriales, así como el número de trabajadores y directores alienados y negligentes". Las grandes empresas de servicios se han convertido en cadenas de montaje. En esta línea,
Corinne Maier, en su obra "
Buenos días, pereza", explica que "
las profesiones ya no exigen un elevado nivel de competencia técnica o intelectual. Son básicamente una rutina y requieren tan poca iniciativa y espíritu de innovación que cualquier persona con los estudios apropiados se encuentra ya de entrada sobradamente preparada para la mayoría de los puestos de trabajo disponibles".
Además de la alienación de los trabajadores, se ha implantado en estas grandes empresas, y ya en la sociedad globalizada, el márketing (o la "
obsolescencia planeada" como lo llama Harris) como un tótem indiscutible. No quiere decirse con lo de "
obsolescencia planeada" que se vendan productos con fallos deliberados, pero sí productos con perfeccionamientos paupérrimos sobre sus versiones anteriores con la única intención de implantar los segundos sobre los primeros. Las grandes corporaciones, esas que copan casi el 100 por 100 del mercado de desarrollo informático y cuentan con casi el 100 por 100 de trabajadores alienados, dedican todos sus esfuerzos, no en sacar productos perfectos, sino en crear campañas de marketing perfectas, campañas de venta de humo. Los directivos de esas empresas permanecen en sus puestos como mucho diez años, el suficiente para mejorar las cuentas de la empresa, y cuando los productos están en la calle, ellos ya han salido por la puerta (por la puerta grande, seguramente). Como dijo Goebbels a Hitler: "
No hablamos para decir algo sino para obtener determinado efecto". Tras esa fachada de cartón-piedra que es el márketing y la imagen, se encuentran (si la ropa de marca la fabrican niños asiáticos, entonces...) becarios que dedican sus horas de formación y su fuerza de trabajo a sacar adelante productos que el cliente piensa que han sido desarrollados por ingenieros y profesionales altamente cualificados.
Las características de la profesión informática y de los avances técnicos (trabajo a distancia, colaboración con otros profesionales) posibilita que se pueda desarrollar la profesión bajo una forma más manual, más personal, más cercana al usuario final, en definitiva el cliente, como los pequeños orfebres del siglo XV o los pequeños comerciantes de principio de siglo XX. No es necesario que cada profesional sólo pueda ofrecer los servicios de los que es capaz de realizar, sino que se pueden formar pequeños colectivos de trabajo interdisciplinares pero relacionados (programadores, analistas, diseñadores gráficos, analistas de negocio, ingenieros de sistemas, etc.) que puedan ofrecer al cliente un servicio perfecto basado en la cercanía del productor en relación con el consumidor. El productor trabajará directamente para él mismo, se evitará la temida alienación y consecuentemente se pondrán en el mercado mejores productos.
Harris, Marvin. "La cultura norteamericana contemporánea. Una visión antropológica", Alianza Editorial, Madrid, 1984Maier, Corinne. "Buenos días, pereza", Editorial Península, Barcelona, 2004Marx, Karl. "Manuscritos económicos-filosóficos de 1844", Editorial Grijalbo, Barcelona, 1975